" No le estaba permitido ser a la vez inteligente y mujer. Captaba muy bien que ni su carácter independiente ni su nivel cultural gustaban, sabía que con su físico esbelto y bien formado sería mucho más popular con los hombres si se limitara a sonreír, sin hablar cosas de fondo. Los hombres las prefieren gansas".

viernes, 6 de noviembre de 2009

Héroe épico

Viniste de lejos, cruzaste océanos, mares, ríos, montañas, desiertos, selvas, caminos y pedreros. De tan lejos viniste. De tan lejos con espada en mano.
Cepillaste el cabello blanco de tu caballo, pusiste sus monturas y te atreviste a emprender el viaje.
No había consuelo en mi corazón, no había compañía junto a mi piel.
Tú no lo creías posible, la piel te ardía con el sol y la sal te había quemado los labios. Te esforzaste tanto por algo que ni siquiera creías fuera real. Tu caballo venía contigo.
No era fácil el camino, no era fácil el destino.
Tejía enormes mantos con mis miedos, los zurcía
de temores, para esconderme luego bajo sus ropajes y no sentir el fuego que él expelía.
Tomaste valor, claro que lo hiciste. Cabalgaste hasta los pies del castillo y no titubeaste en subir peldaño tras peldaño para alcanzarme.
Las paredes eran altas, los puentes estaban corroídos por el óxido.
Mas no te importaba, estabas cubierto de una pesada armadura forjada de valentía.
Yo no te veía, cómo hacerlo si me tapaba un muro de piel y colmillos.
Pero sentía tu cálido abrazo cerca.
Ese dragón no sabía. No sabía que el amor se consigue con amor.
Encerrar princesas no es la solución a su soledad. Ellas deben correr a los brazos de sus príncipes.
Atemorizan con llamaradas de fuego, lanzan odio por los orificios de la nariz. Te amedrentan con sus colmillos. Pero tú confías.
Las princesas confían en sus príncipes, en sus liberadores.
Tú corriste con tu espada. El te hirió el costado, perforó tus costillas, quebrajó tus huesos.
El hizo arder tu piel en llamas, él gozó de tu desdicha.
Pero eres fuerte, tu corazón no cede. Yo sé que no cederá.
Mientras todo se veía destruido, tú renacías de las cenizas, yo escuchaba tus latidos.
Rápidamente corrí a la ventana y vi tu silueta vigorosa en pie.
El daba su lucha, sus últimos alientos para derrotarte.
Tuve mucho miedo, siempre tuve mucho miedo. Las doncellas no acostumbran luchar con dragones sedientos de amor.
Até las mantas que con tanta
desilusión tejí y me atreví a saltar la cobardía.
El viró su mirada hacia mí. Me mordió una pierna y rasgó
mi cintura, pero tenía fuerza.
Escupió el fuego más hirviente que pudo dar con sus pulmones alquitranados y logró rizar mis cabellos.
Pero alcancé tu regazo,
olí tu cuello, besé tus labios. Tomaste fuerzas y le diste un certero espolonazo en su agrio corazón. Muerto.
Bebí de tu sed, tomaste mi alma y la
resguardaste en tu cofre. Te di todo lo que tenía y que nadie pudo arrebatar ni podrá jamás.
Te amo con la fuerza de mi Espíritu.
Y en cada epopeya épica yo cantaré tus cánticos. Yo soplaré fuerte a la distancia, para que la brisa danzando con tus cabellos te recuerde que estoy allí.
Te amo

domingo, 18 de octubre de 2009

Se habían ido corriendo a ver si alcanzaban el tren. Ella sollozaba más de la cuenta, porque su barriga pesaba más de la cuenta. Cantaba y danzaba a pasitos cortitos para olvidar aquella situación.
El le metía la mano por la nuca y jugaba con su pelo. Era relativamente corto, porque extrañamente se le había estado cayendo más de costumbre.
Estiraba sus brazos e intentaba penetrar los ojos brillantes de frío con que él la miraba.
A veces terminaba sentada sobre sus rodillas, cuando él la protegía en su regazo.
Aquel día no lo hizo.
Ella no pudo retirar el pañuelo que guardaba en su bolsillo, tuvo que hacer uso de sus mangas.
El ya había puesto todo el peso del bolso sobre sus hombros y soltaba su mano.
Algo dentro le dijo que volvería.
El no estaba seguro.
Aquella noche no durmió y tal vez no dormiría las siguientes noches. Su rostro en el vidrio era una imagen perpetua.
El le dijo: Te amo Amalia.
Ella gritó: Yo te esperaré.
Nunca más olvidó el sonido de la máquina partiendo. La guerra se lo arrebató allá a lo lejos, donde el tren lo había desovado.

jueves, 24 de septiembre de 2009

La extraña enfermedad

A veces escupía sangre por la boca y otras tantas un fuego amarillento pálido que no se alcanzaba a percibir como excremento a pesar que creyó que las naciones se habían unido su casco ya no le protegía de las náuseas que recorrían sus extrañas y le hacían caer de rodillas sobre sus vestimentas púrpuras como la misma sangre que expelía a chorros y otras veces no tanto sin taparse la nariz.

Había cortado un par de flores tal vez para regalárselas a alguien que tal vez olvidó también para conservarlas como le había conservado tal vez la amistad de aquellas noches calurosas sobre el heno que masticaba el caballo que los había oído sollozar tantas veces y otras tantas gemir de placer.

No entendía que hacía que su piel se llenara de escamas descascarándose más rápido de lo que secaba sus lágrimas que alguna vez desechó para nunca más cerrar la llave con la que terminaba de expeler risas y gritos de sangre por la boca sangrante.

Había recorrido distancias enormes para encontrarse con lo que tanto esperaba desde hacía décadas y siglos para determinar que dónde había llegado finalmente no era más que el principio de un camino que no tenía perspectiva alguna de terminar más allá de los vellos de sus brazos brillantes y dorados como el sol que le golpeaba la cara generándole una carraspera que no paraba a pesar de escupir toda la saliva sangrienta que llenaba sus amígdalas.

Esa tarde no comprendió porqué las aves volaban hacia el sur buscando nidos desechos por el viento ácido que le había quemado el casco y devorado sus cabellos nítidos como el reflejo que en ese mismo instante producía el riachuelo con el que llenaba su cantimplora de recuerdos y canciones tatareadas por su abuela.

Recordaba sus huesos retorcidos por los tan ansiados bailes donde le veía tal vez con alegría tan vez ni le veía aunque sólo sus hijos se mantenían cuerdos sin poder pestañar porque el fuego ya le había eliminado por completo los últimos pelitos que dejó el invierno.

Vamos a seguir adelante porque no nos puede detener un bus en su estación esperando el cambio de turno ni porque las encías se deshacen mientras los colmillos crecen hasta romper los labios que tanto han besado quizás tan poco que la lengua no ha conocido sabor alguno a derrota ni compasión ni amor dicen.

No pretendía deternerse ahí porque tanto había luchado para terminar lo que tantas lunas le había costado a la espera de que llegara y llegó un día que no esperaba pero esperaba tanto que las ansias le carcomieron las entrañas impidiéndole generar vida cuando la vida se anida en lo más profundo de su ser.

No ha de desesperarse pues las medicinas curan llagas de tormentos y diluyen la sangre que se coagula por allí en alguna que otra venita que pretende explotar cuando las balas cruzan apenas la piel de reptil.

Acá está su cuerpo ya sin vellos ya sin piel y sus entrañas deseosas de espera que tal vez serán vencidas por algún veneno de araña mosca pájaro ave nube cielo azul luz y noche.

Canta feliz las dichas de tener sangre.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Así como así:

Hoy es la Tigresa del Oriente.








Mañana no continúa felina.

miércoles, 3 de junio de 2009

La que calla

La que calla no es muda, sólo calla.
Muchos se han preguntado porqué no emite palabra alguna.
Sólo omite.
La que calla traga y retiene. La que calla no suelta.
Ahí está sentada en su banco habitual, mirándonos a todos pasar.
La que calla no dice hola.
Mucho menos se despide.
La que calla no logra soltar gaviotas de su garganta.
La que calla las devora.
Ha callado siempre, me causa temor.
Tal vez un día grite una bomba nuclear, he pensado.
Pero se ve tan serena.
La que calla pareciera no tener otro sentimiento más que el silencio.
La que calla asume.
La que calla no ríe, no llora.
La que calla es muda de alma.
¿A qué le teme la que calla?
¿A su voz? ¿A su poca coordinación palabra/pensamiento?
Tal vez no le tema a nada.
Sólo calla.
Calla por amor, sugiero yo.
No sé porqué he llegado a pensar eso.
¿Amor por qué?
No, tal vez ni siquiera calle por amor.
Al menos sé que calla, y es por algo.
Ese algo, un enigma.
La que calla conserva para sí temores,
aungustias, penas y alegrías.
No las cuenta a nadie.
La que calla no expresa sentir,
la que calla se echa a morir.
¿Por qué no habla?, se preguntan algunos,
tal vez si le preguntásemos.
No, no dirá la respuesta.
La que calla se la reserva.
Unos dicen que no es feliz,
otros que la inunda una alegría sin final,
la que calla no conoce algarabía ni lugar,
la que calla no obecede a sensaciones paganas.
La que calla calló cuando debía gritar,
la que calla calló cuando debía protestar,
la que calla calló, incluso, cuando debía callar.
Y ahí se encuentra hoy la que calla.
Serena, tranquila, con las venas marcadas en su piel.
La que calla quiere romperlas a mordiscos.
Nunca ha tenido el valor,
prefiere mantenerse estable, pasiva.
Sin embargo, la que calla quiere desangrarse por algo.
La que calla está ahí y estará siempre.
La que calla quiere callar para siempre.
¿Quién le hará el favor?
Seguramente ni alguno ni la que calla misma.
Por lo tanto, su consuelo es mantenerse callada
y que la vida le pase soplando la cara.
La que calla no hablará jamás.

domingo, 3 de mayo de 2009

Mi amor,

Me arrojas un por qué que recibo con letargo.
Agarro pé en el aire y le estrujo su sabor inicial.
Aprieto o con los dientes, degusto erre con mi lengua.
Salivo qú, quemo ú con mi paladar y me atraganto con é sin tragar.
Siento trabajar el estómago, que abre su boca y procesa las letras de tu aliento.
Bajan por mi intestino rozando paredes, haciendo llagas de pudor.
Las siento recorrer mi sangre, mis células, llenar mi cuerpo.
Sin embargo, defeco un por qué completo.

Insistes en la historia que no puedo explicar.
Y desangro las venas de mis ojos por la incontinencia de llorar.
Pero lo siento, el por qué me lo debo reservar.

Quisiera formular el porque, pero arrojo bocanadas de nada.
Doy vueltas en círculo, mordiéndome la cola, no terminando el ciclo.
Es que no tiene pies ni cabeza el porque, ya lo habrás notado.
Por eso el por qué no se puede explicar.

Aún así, yo te lo debo.
Jamás te he entregado el por, así que menos llegaría al qué.
Sólo te devuelvo un para qué, tratando de escabullirme.
No, de qué sirve los porqués y los paraqués.
Esos no existen.
La excusa agrava la falta, me sueles decir.
Te pregunto yo, algo que murió, ¿para qué revivir?

Es normal escapar de la realidad creando una falsa.
Una farsa que no te apetece.
No te satisface, no. No.
Y te preguntan por qué, pero si no lo hay, no,
No lo hay.

Y luego, categorizas las mentiras y las camuflas con “mi versión”.
Intentas que sea un por qué, pero jamás lo será.
Porque el por qué jamás será.

No hay explicación.
Ni siquiera necesidad de reconstruir escenas.
Ni siquiera de reformular pasados vacíos.
Mejor un presente abotagado, que un futuro baldío.

Te amo tanto mi amor.
Tú quisieras un cómo, yo te borro el cuándo.
Tú me cubres con un dónde, yo te rasgo las ropas de un cuál.
Y te amo tanto.

Si quieres un cuánto, yo te regalo un todo.
Pero el por qué nació muerto.
¿Dejémoslo bien sepultado?

jueves, 5 de marzo de 2009

Reflexión.

Sólo a las moscas les encanta vivir en la mierda.



Bueno, no queda más, me marcho con mi mosco.

lunes, 2 de marzo de 2009

A mi Estela

A veces pienso en ti. ¿Te comenté que te he imaginado de muchas maneras?
De todas formas, eres todo lo que yo esperaba. Me perteneces, pero eres tan libre como las golondrinas al emigrar.
Yo te amo con mi alma y aun así no deseo tu llegada y aun así me ilusiona la idea de esperarte cada día.
Y te quiero matar.
Yo te amo y sueño con tu rostro, con tu voz, tus cabellos y tu peso sobre mi cadera.
Lamento deshacerte entre mis dedos.
No espero tu llegada, mas grito tu presencia.
Te sueño cada día y sólo espero no tenerte acá.
Eres mi todo y pretendo que seas nada.
Y te quiero matar.
Vales tu lásgrimas nocturnas, mis sueños desvelados. Todo vales y aun así no eres aún.
Lamento no ser lo que esperabas, ¿sabrás que no soy lo que esperas?
Amo tus labios tirando mis senos, amo que seas tú y que fuiste yo alguna vez.
Me vales la vida.
Aún así no te quiero.
Y te quiero matar...
Tú comprenderás porqué así. Tal vez carezca de comprensión.
Y te imagino y te sueño.
En mi abrazo, en mi regazo, siendo cómplices.
Siendo mi razón de vivir.
Y aún así no te quiero.
¿Me podrías esperar...




... mi Estela?

jueves, 29 de enero de 2009

Aquí estoy, mírame. Me tienes frente a Ti con mi alma abierta gritándote con todos sus pulmones que la oigas y que me oigas.
No dejes que me roce aquella bala loca las arterias de mi corazón y no permitas que el disparo choque mi frente y cruce mi sien.
Haz algo por mí, no me des vuelta la espalda.
Estoy aquí, suplicándote desde lo más profundo de mis entrañas, con un fuego que arde y hierve sin cesar.
Calma mi poca Fe y entrégame tu mano, para apretarla fuerte y desgarrarte los tejidos que te adornan de eternidad y poder.
Sé mi regazo, sé mi Padre, mi Amigo, Mi hermano. Sé mi libertador y mi carcelero.
Tómame a la fuerza, dame bofetazos en el rostro, ya estoy despierta.
Te llamo, te susurro, te imploro.
Estoy aquí, dime que es recíproco.
Eres Todo y eres más que eso. Porque Eres, Fuiste y Serás.
Tú, Tú que todo lo llenas, todo lo conoces y todo lo deseas. Exígeme, desgárrame el alma y hazla añicos en tus cabellos.
Déjame barada en el desierto y sé mi bebida.
Embriágame de Ti.
Pero no me des vuelta la espalda.
Mírame con tus ojos sedientos de venganza y azótame contra el piso.
Violéntame, sólo para luego consolarme y preguntarme si aprendí la lección.
Oh Padre! Que de ti espero todo y no espero nada. Tú que mueves las piezas. Tú que ordenas el orden, desordenas el desorden. Tú que más allá de mí me conoces hasta la médula de mis huesos.
Acompáñame hoy que Te necesito. Acurrúcame en tus piernas y permíteme llorar.
Hoy entrego mi ser a Ti en mis manos abiertas.
Hoy Tú eres el que decide. Que se haga tu voluntad, no la mía, pero que tu voluntad se deje guiar por mis intenciones.
Yo no prometo, pues no cumplo, Tú lo sabes bien.
Yo pido, pero no entrego, Tú lo sabes bien.
Yo soy, pero he dejado de ser, Tú comprendes.
Yo Confío en Ti, porque me llevas cargando en tus brazos y me recuestas en mi cuna plateada.
Porque eres mi Padre y todo sabes de mí.
Por eso te pido, esta vez no me des Tu espalda, dame un fuerte abrazo, rompe mis costillas, pero hazme saber que estás a mi lado.
Que me apoyas.
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