" No le estaba permitido ser a la vez inteligente y mujer. Captaba muy bien que ni su carácter independiente ni su nivel cultural gustaban, sabía que con su físico esbelto y bien formado sería mucho más popular con los hombres si se limitara a sonreír, sin hablar cosas de fondo. Los hombres las prefieren gansas".

jueves, 29 de mayo de 2008

Nunca se ha de completar la lista

Pesimista hasta el cansancio, irónica despreciable. Duende de ideas locas y jinete de pocas emociones límite. Soy en un elástico vencido, que ya no estira más. Soy una vela que su propia esperma ha acabado su luz. Soy un árbol de navidad forrado en polvo que sólo es invitado a la cena una vez al año. Soy límites, claro que soy límites. Soy frontera, soy cerco, soy luna lejana, soy aureola de noches rojizas. Soy cansada de pereza, soy flor marchita de veneno ácido, soy malos humores por la mañana. Soy frío de invierno y sudor de verano. Soy, maldita sea, la boca callada que no dice te amo. Soy alma errante de siglos pasados. Soy sombrero de copa y cabellos rasurados esparcidos por el suelo. Soy sombra de vidrieras transparentes. Soy invisible sin ropas. Soy dinosaurio extinguido por radiación de malos pensamientos. Soy agria de limones podridos. Soy hija, hermana, prima, sobrina, amiga y conocida. Soy contacto de descontactados y pérdida de perdidos. Soy abismo abismal, mar que oculta seres mitológicos, castillos voladores, barcos neblinosos. Soy diosa de la nieve, témpano de caribes lluviosos, nube giratoria de huracanes devastadores. Sí, también soy lo que se puede llegar a pensar de mi, eso me integra. Soy carne podrida llenándose de moscas. Soy poca pasión, no soy lujuria. No soy comunidades, soy ritos de tribus africanas destinadas a disminuir cabezas y masticar huesos. Soy ballena varada deseosa de volver al mar que la vio nacer. Soy brillos en la oscuridad y oscuridad en la luz. Soy calmantes de sueños eróticos, soy desnudez de boberías. Soy desprecio y paciencia. Soy poca espera. Soy manos agrietadas, soy pensamientos borrosos. Soy caracoles de cementerio, lagartijas que huyen del sol. Soy chucherías de abuelita, calcetas de lana de oveja desteñida, soy topo ciego bajo tierra. Soy la vereda del frente, el celular sin sonar, las canciones en francés. Soy caricatura clausurada, helado de menta picante, detenciones en el bandejón central. Soy semáforo descompuesto dispuesto a generar catástrofe, soy lentes de sol ocultadores de miradas. Soy ríos de lodo seco, soy la llave goteante. Soy arruga de raso, lentejuela de uniforme militar, soy cansancio de palas al hombro. Soy diestra y siniestra, más siniestra que diestra. Soy postes de luz rotos en protestas pasajeras, soy gritos de loros desplumados, soy el dedo que tapa el sol. Soy la tolerancia de mis partidarios, soy política sabrosa de bailes tropicales. Soy harta de bombos y platillos, soy demencia temporal de pasillos de oficinas. Soy alcance y lejanía. Soy postre de restorán japonés. Soy fuego de llama azul, soy bandera de países desconocidos. Soy montaña sin nieve y nieve en la arena. Soy palmera que toca suelo, soy raíz seca. Soy cimientos de tempestades, soy desierto de cactus vacíos. Soy mochila de viajero y errante filósofo amante de Platón. Soy limonada de naranjas, leche con tunas. Soy espina blanda, espiga áspera. Soy la abuelita inubicable, soy el campo de medusas eléctricas. Soy escriba fariseo, soy judío traidor. Soy populacho calienta el sol, soy mal hombre blasfemo. Soy dios del ocaso (he oído por ahí), soy impalpable tumor. Soy Olimpo vacío, soy temor al agua torrencial. Soy rueda que no avanza, soy cáncer que no se anuncia. Soy muerte lenta, dolores rápidos. Soy venganza, soy compasión. Soy carrusel añejo, soy las colinas de greda que destellan espinos desbordados de semillas. Soy mostaza descompuesta, soy apéndice a punto de estallar. Soy la desorbitación de los ojos, el terremoto cubierto de helado de piña. Soy cumbia que relata pasiones prohibidas, soy mentira y verdad omitida. Soy esclava de mis pudores, soy cerrada de nuevos conocimientos. Soy hambre. Soy perecedera. soy matanza, soy genocidio, Soy hombre despreciable, dictador de pueblitos aledaños. Soy ciudad llena, soy bosque inalcanzable. Soy calidez estructurada. Soy el abrazo que nunca se dio.

domingo, 18 de mayo de 2008

Femme Fatale

Ese día sería su primera cita. El era un hombre temeroso, nunca lo había intentado antes. La conoció en un bar, un poco pasadito de copas, ella se sentó a su lado. Intercambiaron historias hasta las tantas de la mañana. Ella en una servilleta escribió su número, sin embargo no le gusta que la contacten, a ella le gusta aparecer en el momento preciso. Ella sabía que él la necesitaría, lo vio en su mirada triste. Ha estado con tantos, si se hablara de su trabajo seguramente la criticarían. Ella sabe quienes son los indicados.

El pensó en ella toda esa semana. En la oficina, en la ducha, en la mesa al desayunar, en el trayecto a casa. No podía quitársela de la cabeza. Le atemorizaba la idea de volverla a ver, pero las ansias y la curiosidad eran mayores. Lo seducía la idea de obligarla a verlo, sentía un magro placer, quería seducirla y ser seducido, quería devorarla.

Esa tarde, luego de un día horrible la llamó. Ella le dijo que había sido un error darle su número, que la olvidara, que la vería, pero a su tiempo. El insistió, le aseguró que tenía todo preparado para su encuentro. Había pensado en ella toda esa semana y concluyó que ya no le temía a tenerla en su cama.

La invitó a un motel céntrico de la capital. Ella llegó con un poco de retraso. Le aseguraba que él no estaba preparado, que esperara el momento en el cual debían encontrarse. Mas él estaba preparado.

Nunca antes se había sentido tan extasiado. Bebió champaña hasta embriagarse. El olor de ella lo cautivaba. Estaba seguro que ese sería el día, que ella sería suya.

Ella vistió su atuendo habitual, se arregló el pelo y se quitó los zapatos. El la esperaba sentado en la orilla de ese catre maloliente. Su corazón latía a una velocidad que jamás había sentido. Ella se acercaba y él cada vez estaba más dudoso de su decisión.

Nunca siquiera había pensado en esa situación, pero ya estaba cansado. Era un hombre adulto, era capaz de decidir por sí mismo. El la estaba obligando en contra de su voluntad, pero a ella le causa tanto goce la situación que no desiste.

Se acerca a su compañero y se hinca en su espalda, abrazándolo con fuerza. El se desploma rendido en el suelo, con los ojos abiertos, un gesto de satisfacción y un orificio en la sien. Su mano lánguida dejaba caer en la alfombra roja un revolver caliente.

En un frío cuarto de motel se había encontrado con la única que lo comprendería y saciaría sus deseos. La muerte lo había seducido y le había cumplido. Su primera vez fue deliciosamente la última.

martes, 13 de mayo de 2008

Abril-2006

No tengo más historias que contar, no tengo más recursos que utilizar. Soy un país en quiebra, soy un país desértico que se alimenta de almas errantes. Soy una caravana que acoge seres perdidos en bosques oscuros. No, no soy un país, soy una colonia aún, he luchado por la independencia. Eras tú mi descubridor, mi colonizador y mi libertador. Pero, al parecer, no encontraste riquezas. Quizá te diste cuenta del poco entusiasmo, pero no era así, la ignorancia magna de mi pueblo, de tu pueblo. Todo ya te pertenecía, todo era tuyo.
Confié, cuánto confié, demasiado. A veces, demasiado.
Hubo un día extraño, cuando noté un murmullo. Ese día te tenía a mi lado. Ese día tú quisiste entregarme todo. Ese día nos complementamos, fuimos uno. Qué extraño que hubiese pasado, como si la mitad de mi vida siempre hubiese estado aquí sin yo darme cuenta. Y llega, repentinamente, porque así lo quiere, porque así lo acepto.
¿Por qué pienso que estoy y fui hecha para ti? Como tú para mí. Porque para nosotros las cosas son complejas y en nuestras diversas complejidades somos el uno para el otro. Sí, es muy pronto para estas palabras exageradas, puede ser, y, ¿si fuese así? ¿Te arrepentirías?
¿Por qué te mientes? ¿Por qué te (y me) causas dolor? Tú lo sabes, eso creo, porque yo lo sé. Debo decir: cada pensamiento tuyo es mío, cada sentir tuyo es mío... ¿qué pasa? ¿No lo quieres reconocer? Cierras los ojos, ¿o es que yo no lo quiero entender?
Yo no tengo armas para luchar. Soy un débil reinado que solo se defiende de la conquista. Soy un rey que no se atreve a buscar nuevos horizontes, que no se atreve a conquistarte. Un rey que se aprovecha de su gente, pero no posee el ejército suficiente con el cual salir de su fortaleza en búsqueda de tus horizontes.
Tú, puedes venir y arremeter contra este mundo en pedazos, corazón inerte y robarlo, pues no tengo deseos de luchas en su contra. Sin embargo, yo no puedo ir y cruzar el río de pavimento e invertir las situaciones.
Claro, tan débil soy, tan conformista.
No doy lucha, no me doy esperanzas.
El ser pesimista, payasito triste.
Mar de equivocaciones, actuaciones erróneas.
Hice todo mal. Y me arrepiento eternamente.
Ya no puedo hacer nada, guerra civil en mi corazón.
¿Me retiro antes del disparo en la sien?
¿O me quedo hasta el final luchando?
!Es que no estoy haciendo nada! Quiero que otros intercedan por mí, porque tengo miedo, porque no quiero sufrir.
Más.
Me duele gritar y que nadie oiga.
Revolver con silenciador, disparador de emociones encontradas, explotadas, durmientes, dolientes.
Nada más “please”
Si es dolor, afuera orgullo remediador!!!!

sábado, 10 de mayo de 2008

Ven invierno ven.

Dedicado al joven del sur

El invierno no quiere llegar a Santiago.
Anda esquivo, el egoísta.
Yo lo he esperado, pero ya me cansé.
Me contaron que lo han visto por el sur merodeando.
Ya me lo desmintieron.
Es que él odia el esmog.
Me lo ha dicho un par de veces.
"Pero es que tú debes dejarte caer sobre la ciudad", le he protestado variadas ocasiones.
Mas, no quiere.
Además, como si fuera poco, me ignora.
El sol continúa contento. Se siente popular.
Y no quiere largarse.
"Date vacaciones sol", le grito con impotencia mirándolo a los ojos.
Me ciega el muy descarado.
Ni él se quiere ir, ni el invierno pretende llegar.
¿No séra la solución salir yo en su búsqueda?
Tarde o temprano llegará y yo lo esperaré.
Le brindaré un abrazo a través de sus gotas de lluvia.
Ayyy, la lluvia!
Cómo quisiera que empapara mi rostro.
Cómo disfrutaría que se confundiera con mis lágrimas.
Ni siquiera tengo pena, estoy mintiendo, no quiero llorar.
Y el invierno no pretende llegar a mi ciudad.
Y el cielo marrón nos cubre las cabezas, provocándonos una frente líquida y rostros somnolientos.
"Invierno ven, yo te espero, yo te amo. ¿Acaso tú no a mi?
Quita a patadas este verano eterno.
Siembra sobre nosotros el frío cálido de tu abrazo.
Te espero niño malcríado. Apresúrate".

lunes, 5 de mayo de 2008

Algodones


Como si los días grises trajeran consigo las fuerzas para generar tal fascinación que se vuelve una adicción posarse bajo sus nubes, subirse las mangas y permitirle a ese aire descarnador erizar los vellos.

Las nubes se acercan a paso veloz muchas veces, pero vuelven tan intensa la ansiedad cuando tardan.

Se posan sobre los cerros. Como acariciándolos los arropan con delicadeza. No quisieran, seguramente, lastimarse con los espinos y rasgar su fino envoltorio de algodón de azúcar, para dejar caer sobre nuestras cabezas un llanto desconsolado de dolor.

Cómo atraen esas sombras matutinas. Y es que el sol radiante no se les compara. Esos días grises parecieran venir a provocar retorcijones de estómago como si se viera por primera vez al amor de toda la vida. Llegan tímidos, descalzos para no hacer ruido, se posan al costado y susurran al oído, respirando sobre el cuello desprevenido de su fiel admirador.

Y atraen esos días. Como si se amara la tristeza, la desesperanza. Como si una canción en violín hiciera crujir las cuerdas de éste y destrozara los dedos del artista.

Los días grises, como se asemejan a la silueta de una fina mujer cubriendo sus zonas púdicas con una sábana. Parecieran creados con la misma delicadeza que aquellas cajitas musicales que intentan reproducir una grata melodía sólo con el roce de sus delgadas plaquitas de metal.

Como inspiran esos días grises. A cualquiera inspiran. Bajan esos sentimientos guardados con llave, que sólo se les permite salir a la luz para ese momento especial esperado. Y no es un momento errado, oh no!, es la salida de maravillas generadas desde lo lúgubre y siniestro.

Si los días grises no existiesen, las avenidas bordadas de plátanos orientales se marchitarían todos los atardeceres y dejarían vibras de asesinos seriales deshojados por los rayos del sol. Como ciegan los días grises cuando con espanto reflejan las caras borradas por el pavimento. Que costo desprenderse de ellos.

Y no desean llegar. Y se les extraña. Y se les ama sórdidamente.

Como los días grises parecieran devolver todo aquello que me fue arrebatado.

domingo, 4 de mayo de 2008

ella es Ella

Parada con poco equilibrio, vive atormentada. Posee un cuerpo delgado que quisiera desmenuzar lentamente y dejar sólo aquello que necesita. Camina un tanto encorvada, como un ave zancuda, aún no se explica porqué; sin embargo, nunca ha sacado partido de sus largas piernas, tal vez no le gusten. Tiene una boca pequeña, de labios melocotón, que acompaña una nariz más bien alta y larga. Sus ojos expresan todo lo que ella no siente, los trata de controlar y no lo consigue. Los maximiza llenando sus párpados de maquillaje oscuro. Muchos le han criticado su excéntrico gusto por tonos púrpuras y azules cobalto, pero ella no cederá. Tiene manos pequeñas, cómo las odia. Quisiera llegar al fin de sus brazos con dedos largos, dedos que asemejaran patas de araña y manejaran por sí solas todo tipo de situaciones. Su pelo, difícil describir el abrigo de sus pensamientos. Lo cambia cada vez que puede, tal vez intente ser una persona distinta para cada situación, tal vez solo se canse de ser quien es. Alguna vez fue claro (artificial, sin embargo), otra vez se coloró de verde, en qué habrá estado pensando en su rebeldía adolescente. Hoy es negro, simplemente negro. Corto, cada vez más, no quisiera dejárselo crecer. Es grueso y en exceso de cantidad le entrega un calor innecesario que fácilmente puede sustituir con un gorro de invierno. Su piel clara vive en problemas. Quisiera que fuera más clara aun, pero se contradice tostándola cada verano expuesta al daño del sol. Sus brazos delgados están a la par de sus piernas de pollo. Como tentáculos provienen de hombros huesudos y prominentes. Están cubiertos por pelusas de bellos dorados y sus venas azules se hacen notar como autopistas de gran velocidad. Su vientre se asoma con recato, prefiere mantenerlo bajo las sombras de largas ropas. Posee senos humildes, adecuados a su pecho, a su contextura, que surgen solamente por el hecho de completar su anatomía de mujer. Rosados como pequeños pasteles de crema, tienen la participación que les corresponde. No sobresalen groseramente, sin embargo no pasan desapercibidos. Su cuello largo es cubierto por pañuelos de colores, mas ella quisiera reemplazarlos por cálidos besos.
Ella es todo lo que describo.
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