" No le estaba permitido ser a la vez inteligente y mujer. Captaba muy bien que ni su carácter independiente ni su nivel cultural gustaban, sabía que con su físico esbelto y bien formado sería mucho más popular con los hombres si se limitara a sonreír, sin hablar cosas de fondo. Los hombres las prefieren gansas".

jueves, 19 de junio de 2008

¿Cómo saberlo?

Sobre un cerro el horizonte pareciera lejano. Allá vemos a los que quedaron atrás e intentas disimular que poco te importa ya que sus momentos no pertenecen a tus caminos, sin desconcertarte.

Tú que apareciste y te volviste un alma errante, perdida sin destino, como estrella fugaz pasaste y quizá tu estela me hirió los ojos, cegándome por un instante de dicha y placer.

¿Cómo saber que eres tú?

Los paseos de amable goce, con un poco de satisfacción con gusto a dulzura y candor. Yo no entiendo porqué han de acabar los pastos verdes y las nubes grises.

Alguna vez aquel que creíste compensaría tu alma rota, llenándola a la velocidad rauda de la luz, deja sin compasión un orificio aún mayor que el que tanto temiste volver a tocar, por el miedo que te atormentaba lo desconocido de su interior.

¿Cómo saber que eres tú?

Hoy el cielo parecía matizado de marrón y celestiales eternidades. Esponjosas miradas brillantinas, lentejuelas de luces y humos en la lejanía de lo que observaba, distante de las emociones que esperaría llegarán de golpe y tocarán la puerta de mi razón, despidiéndola a patadas, para darle paso a la entrada al corazón, frente a las emociones como público frío y calculador que espera el instante del tropiece y la voz temblorosa del que intenta recitarles un poema de pasión, para soltar una carcajada despiadada y convertirlo en pedacitos, bajo una sedienta crueldad.

Fuiste uno, fuiste otra. Sólo fuiste un soplo, para qué negarlo, si abriste tu palma derecha y juraste que no lo eras, faltando a tu moral de buen prójimo, mintiendo con tal de salir libre de los pecados que cometiste, acrecentándolos con una maldad superior.

¿Cómo saber que eres tú?

Cambiaste de rostro, de voz, fuiste pasado, serás futuro y ¿cómo diablos saber que eres tú?

El juego se vuelve desesperante y disimulo en lo más mínimo el temor que me produce dejarme llevar por las ilusiones que me provocan crear mundos y levantar castillos en el aire que pisotearé porque aquella ventanita por la cual la princesa debiera huir a los brazos de su príncipe amado nunca abrió.

Supe que felicidad trajiste en el tiempo propicio. Supe que me elevaste por cielos huracanados y que caí al mar, hundiéndome en lo más profundo de arenas movedizas y cactus que desesperan por desaguar la sangre de su víctima con el cariño de sus espinas. Supe que la alegría me colmó y que el instante fue insuperable. No podía exigir más de todo lo que ya tenía. Fuiste uno, serás uno.

¿Cómo saber que eres tú?

Volverás a aparecer de entre cortinas rotas, emitiendo un sonido chirriante por la fricción de tus dientes, mas no emitirás palabra alguna, puesto que yo debo abrir mis ojos y entender los tuyos y reconocerte cuando hayas llegado y no dejarte partir bajo la lluvia, el sol o los desiertos que se esconden entre mis senos.

Tu olor debiera ser mi pista, tus manos el indicio de la necesidad de tomar las mías, tu vientre el rastro con el cuál encontraré aquello que desconozco, pero que siempre he sabido que es.

La ignorancia no me mata, me absorbe por no saber que eres tú.

¿Cómo saber que eres tú?

Tendrás tantos nombres, crearás tanto deleite, tanto dolor. Seguro vas y vienes y ¿cómo saber que eres tú para detenerte?

Tal vez ya te dejé pasar, porque las calles son angostas y el tráfico arrollador. Las luces sólo caminan por una vereda y se esconden en las sombras todos tus pavores alucinados de la luminiscencia de notas musicales que escapan de tu lengua, enredándose en mis cabellos, acariciando mis orejas, resguardándose en mi boca.

Yo no temo tu llegada. Yo no temo tu partida. Sólo ayúdame a saber ¿cómo saber que eres tú?

Vendrás, te quedarás, irás sin conocer tu destino. Olvidarás que estuve allí, olvidarás que estoy aquí. Alguien más te encontrará, no lo dudo. ¿Cómo sabrás que soy yo?

Y de coincidencias debiéramos vivir, para que los aciertos no nos cayeran sobre los hombros como carga, más bien fueran ellos los que nos hicieran reconocernos con la vista en alto y los pies arrumados entre los brazos, con los bellos de punta y la sensación de que mis entrañas reconocen el poder de tu esencia, que somos.

¿Cómo saber que eres tú? ¿Cómo sabrás que soy yo?

Y es que el azar y el destino son malévolos antagonistas de lo que pensaríamos es solo cosa de tiempo y, por lo demás, jamás se ha detenido para permitirnos el derecho de sentarnos a beber una taza de café, consumiéndonos con la razón bloqueada, las pasiones desatadas y uno que otro canto de pajarito.

No eres la radio encendida con canciones en francés. No eres el disfraz del payaso que odia su función y ansía un trabajo de oficina. No eres el semáforo con personajes que tú asumes te indican detenerte o avanzar, cuando perfectamente podrían insinuarte que aquella puerta que vas a cruzar te lleva al baño de hombres. No eres la M que inicia mi nombre, que de manera escandalosa pareciera tener cierta preferencia al olvido o al recuerdo en demasía. No eres las palabras exageradas y los pensamientos rotos por las noches de insomnio. No eres la voz sumisa ni el llanto desconsolado. No eres inteligencia ni perdón, ni ignorancia ni mente en blanco. No eres lo que yo no espero que seas. Eres todo.

Pero…

¿Cómo saber que eres tú?

El consuelo ha de quedarme de tener la certeza de que cuando tú sepas que soy yo, yo no dudaré en inclinarme a tus pies para aceptar que de alguna manera u otra siempre fuiste tú.

martes, 17 de junio de 2008

No quiero verte

Cada vez que te veo, no tengo más que sentir pena.
Pena de verte, olerte y no poder sentirte.
Por eso siento pena.
Cada vez que te veo, tu indiferencia me da pena.
Y no poder siquiera responderte con una mirada me da pena.
Cada vez que te veo sólo siento pena.
Tus manos toman otras,
tu nariz alta que mira alegremente el cielo roza otra,
tu olor se cuela con otro,
tus labios se enredan con otros,
tu cama arde con otra...
y no soy yo.
Por eso, cada vez que te veo siento pena.
Los centímetros parecieran kilómetros de frialdad,
las miradas parecieran de extraños,
yo, yo que bebí de ti,
yo siento pena cada vez que te veo.
Es que ya no me perteneces,
ya me tiraste al vacío,
por eso si te veo no hago más que alzar mi mentón,
confidenciándote mi orgullo,
mi rencor,
sólo porque siento pena.
La luna y su aureola cítrica ya no me sonríen,
Manuel Montt pareciera cualquier otra,
las chaquetas de cuero lloran,
tus canciones ya no son mías,
mi vida está vacía,
por eso tengo pena cada vez que te veo.
Porque a ella le sonríes,
porque a ella la acaricias,
porque a ella la escuchas,
porque a ella la aprisionas,
porque a ella la acorralas,
porque a ella te debes la vida,
lo siento,
cada vez que te veo sólo hago sentir pena.
Pena me da tu rostro perfecto,
pena me dan tus manos cálidas,
pena me da tu mirada perdida,
pena me da tu pecho ardiente,
pena me dan tus labios lejanos,
pena me da tu voz diciéndole te amo a otra.
No siento amor,
no quiero lucha,
sólo siento pena.

jueves, 12 de junio de 2008

Reflexiones sobre ruedas (guión inexacto)

(Ella sentada en un asiento de micro contra la gravedad, se coloca los audífonos, sube el volumen y apoya su frente en el vidrio de la ventana)


May: ¿No será que estoy perdiendo el tiempo? Más bien debiera parar, ¿Por qué no puedo?

Razón: Claro que puedes, te desconozco, no seas ilusa, me estás dejando en vergüenza.

Corazón: Cállate idiota. Qué sabes tú cuando no puedes parar porque yo lo impido.

Razón: Tú no impides nada, eres la consecuencia de mis estímulos, no te des la importancia que no mereces.

May: Yo no quiero discutir, quiero saber si debo parar ya.

Razón: Detente.

Corazón: Por ningún motivo.

Razón: ¿Qué pretendes? Siempre crees tener la razón, ¿Quién crees que soy yo?

May: ¿No estaré desgastándome más de la cuenta por unos bolsillos rotos?

Corazón: ¿Acaso te estoy mintiendo? ¿Acaso no estoy haciendo bien mi trabajo? Niñita malagradecida. Bendigo lo que siembras.

Razón: Y yo maldigo lo que cosechas. Basta ya de darle vueltas al asunto. ¿Qué sentido tiene seguir?

Corazón: Pfffff. ¿No entiendes el sentido de seguir? Es lo que se gana en el instante, no lo que pierdes en el futuro.

Razón: ¿Y tú quieres un instante?

May: Tal vez.

Corazón: ¿Lo ves?

Razón: Blasfemo. Dijo tal vez, ni sí ni no. Es mi trabajo hacerla entender.

Corazón: Y es mi trabajo hacerla sentir. Cuántas veces has ganado, cánsate ya!.

May: No me ayudan. Tú dices que debo parar. Tú dices que debo seguir. Y continúo igual.

Razón: Por mí pararas ya, tonta. Deja de arrimarte a un cuerpo frío. A brillos de pantalla. ¿Acaso salí de vacaciones?

May: Eso quisiera.

Razón: Pues no! Estoy aquí. Si no estuviera, quién sabe que hubieras hecho a causa de los consejos de este inepto.

Corazón: ¿Inepto me llamas? Cuando hago lo mejor por ella. ¿Sabes tú lo que sucede en el centro de su pecho? Estallan fuegos artificiales con unas simples palabras.

Razón: Y los puedo detener cuando se me de la gana. Tú debes parar y ya. Después será demasiado tarde y yo no te podré ayudar.

Corazón: Yo tampoco.

May: ¿Entonces se están poniendo de acuerdo?

Corazón: Por ningún motivo. Prefiero mi sacrificio a que desconozcas y te niegues a lo que pudiera ser.

Razón: Lo que pudiera ser, blablablá. Tú tienes la capacidad de parar cuando quieras, sabes que yo te la doy. ¿No será que tú te estás negando a causa de las insinuaciones de éste?

Corazón: Yo no he insinuado nada. Digo las cosas claras. Ella lo tiene claro.

May: Por supuesto que no! No tengo nada claro. Discuten entre ustedes y sigo con la misma confusión.

Razón: Protesto. ¿De qué confusión me hablas? No he sido lo suficientemente clara. Me estás subestimando niñita.

May: Nada de eso. Quiero actuar y ya.

Corazón: ¿No te es suficiente mi ayuda?

May: Tal vez no.

Razón: ¿Y la mía?

May: Me desorienta.

Corazón: Siente niña, no pienses.

Razón: Piensa y medita, no sientas.

May: Aaaaayyy me desesperan. Me hundo en un hoyo. Ambos me pisotean en el suelo.

Razón y Corazón (al unísono): ¿Grito pidiendo ayuda?

May: Por favor.

Razón: ¿Qué hace que no puedas separártele?

Corazón: Mis actos.

Razón: ¿Qué actos? Tú solo respondes.

May: La cotidianeidad eliminada.

Razón: ¿A qué te refieres?

May: A todo aquello que detesto.

Corazón: Exacto!! ¿Lo has visto borrado?

May: Más bien maquillado.

Razón: ¿Y eso es bueno?

May: De todas maneras.

Corazón: Exacto!!

Razón: ¿Pretendes dejar de seguir mis ideas?

Corazón: ¿Ideas? Metes tu cuchara en algo que no entiendes. Vives temerosa, siempre pensando que lo peor podría pasar. (Se voltea hacia ella) Niña, Sigue tus presentimientos. Sigue tus sentimientos. ¿Qué queda por perder?

Razón: A ti, idiota.

Corazón: ¿A mí?

Razón: Claro, si al final eres tú el que luego se queja.

May: No, no es así.

Razón: Mmmmm.

May: Quiero seguir. Diablos! No sé por qué. No quiero perder lo que me hace tan bien…

Corazón: … Al espíritu.

Razón: … A la sanidad mental.

May: Toda la razón.

Corazón: Óyeme. No hay nada que perder acá. Nada. Sólo ganarás mientras comprendas los límites.

Razón: Y yo te ayudaré en eso.

May: ¿No me ayudarán en la decisión entonces?

Corazón: Ya la tomaste.

Razón: Sí. Ya la tomaste.

Corazón: Tú no quieres quedar sedienta. Embriágate de lo que tanto necesitas y agótate. No pienses en mañana más. Piensa en el día a día.

Razón: ¿Debo dar un paso al lado?

May: No. Por ningún motivo. Te necesito.

Razón: No puedo ayudarte.

May: Sólo te necesito acá, callada. Permíteme dejarme llevar, no me daña, de verdad.

Corazón: Exacto!! Y si llegase a dañarte, quedarás con ese gustito en la lengua de que supiste su sabor.

Razón: Al amargo sabor de la derrota te referirás.

Corazón: No. El dulce sabor de que al fin me sacrificó a cambio de nada.

Razón: ¡Óyete!

May: Jamás dejaré de estar confundida. Mas, no espero un futuro próspero, sembraré para eso. Ahora me queda cuidar lo que tengo. Y no quiero perderlo por mi insensatez.

(Baja las escaleras de la micro, sonríe al cruzar la calle. Ya tenía respuesta).

domingo, 1 de junio de 2008

Día Feliz

Hoy el día me recibió con un excitante resplandor, como si fuera cómplice de mi felicidad. Y así me acompañó. Es que ni siquiera sabía que debía hacer luego. Me habían advertido que olvidara en seguida todas esas palabras, como cuando le prohíbes algo a un psicópata ansioso, yo más lo hacía. Más pensaba. Y me daban vueltas y vueltas, como un carrusel haciendo felices con tan poco a los niños que habitan en mí.

Y es 100 pájaros volando. Eso es.

Mi mente volaba y se perdía en laberínticas frases sube y baja. Como montaña rusa, llegaba a lo alto y luego las contradicciones me hacían caer precipitadamente.

El metro me soltó con una canción de Silvio. Qué ironía, ¿no? Tal vez siempre estuvo allí y nunca lo había notado. Tal vez estaba ahí, ahora, precisamente ahora para mí.

Y no le pedí nada más al día, me dio todo lo que debía.

Y está bien.

Me conformo con la emoción de mi vientre incendiándose. Me conformo con las sospechas confirmadas. Me conformo con el día feliz.

Y renuncio, como siempre ha sido.

Siempre me toca renunciar, no será la primera ni la última vez.

Renuncio, porque así es.

El día feliz quedará en mí, guardado bajo llave. Lo mantendré bajo reserva, por si lo vuelvo a necesitar. Cuando sea preciso lo liberaré.

Es poco, pero es todo lo necesario. Es poco, pero es todo.

Gracias a ti el día pareció distinto.

Gracias.

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