" No le estaba permitido ser a la vez inteligente y mujer. Captaba muy bien que ni su carácter independiente ni su nivel cultural gustaban, sabía que con su físico esbelto y bien formado sería mucho más popular con los hombres si se limitara a sonreír, sin hablar cosas de fondo. Los hombres las prefieren gansas".

lunes, 5 de mayo de 2008

Algodones


Como si los días grises trajeran consigo las fuerzas para generar tal fascinación que se vuelve una adicción posarse bajo sus nubes, subirse las mangas y permitirle a ese aire descarnador erizar los vellos.

Las nubes se acercan a paso veloz muchas veces, pero vuelven tan intensa la ansiedad cuando tardan.

Se posan sobre los cerros. Como acariciándolos los arropan con delicadeza. No quisieran, seguramente, lastimarse con los espinos y rasgar su fino envoltorio de algodón de azúcar, para dejar caer sobre nuestras cabezas un llanto desconsolado de dolor.

Cómo atraen esas sombras matutinas. Y es que el sol radiante no se les compara. Esos días grises parecieran venir a provocar retorcijones de estómago como si se viera por primera vez al amor de toda la vida. Llegan tímidos, descalzos para no hacer ruido, se posan al costado y susurran al oído, respirando sobre el cuello desprevenido de su fiel admirador.

Y atraen esos días. Como si se amara la tristeza, la desesperanza. Como si una canción en violín hiciera crujir las cuerdas de éste y destrozara los dedos del artista.

Los días grises, como se asemejan a la silueta de una fina mujer cubriendo sus zonas púdicas con una sábana. Parecieran creados con la misma delicadeza que aquellas cajitas musicales que intentan reproducir una grata melodía sólo con el roce de sus delgadas plaquitas de metal.

Como inspiran esos días grises. A cualquiera inspiran. Bajan esos sentimientos guardados con llave, que sólo se les permite salir a la luz para ese momento especial esperado. Y no es un momento errado, oh no!, es la salida de maravillas generadas desde lo lúgubre y siniestro.

Si los días grises no existiesen, las avenidas bordadas de plátanos orientales se marchitarían todos los atardeceres y dejarían vibras de asesinos seriales deshojados por los rayos del sol. Como ciegan los días grises cuando con espanto reflejan las caras borradas por el pavimento. Que costo desprenderse de ellos.

Y no desean llegar. Y se les extraña. Y se les ama sórdidamente.

Como los días grises parecieran devolver todo aquello que me fue arrebatado.

3 comentarios:

genesis alba fallfield dijo...

no necesitamos días de sol todo el tiempo, porque desconoceriamos aquello que se esconde, lo apreciariamos por que se hace evidente que detras de todo hay algo que quiere mantenerse detras de lo gris. No habrían cuentos que nos relaten aquello, como los relatos de la espesa niebla inglesa que incita la aparicion de asesinos que matan sin piedad, que desgarran el mundo y nos hacen estar al tanto que es lo que oculta lo gris y que es lo que nos atrapa...
una mirada nebulosa y humeda
ya loquilla me fui en la vola jhajhaja
te cuidas
xauxita

Anónimo dijo...

Alabado sea el otoño y sus inspiradores días grises.

Ella dijo...

:D

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