Cada día, una y otra vez, en cualquier parte del mundo, lo volvemos a matar. Cada día, una y otra vez, cada minuto El muere. El muere y resucita al instante para volver a morir por nosotros. Nos mira desde lejos y baja... y se inmola. Cada día, una y otra vez muere por nosotros.
Despierta agotado y se entrega. Lo predice, pero aun así se entrega. Muere por nosotros en cada paso de nuestras vidas, resucita y vuelve a morir. Revive.
Cada vez que tu mente genera malos pensamientos y los practica, cada vez El muere.
Cada vez que eres egoísta, cada vez que piensas en ti mismo, cada vez que duermes caliente en tu cama mientras el otro muere de frío, El también muere.
Cada vez que la impotencia te ciega, cada vez que deseas venganza, cada vez que tomas la justicia por tu manos,, cada vez El también muere.
Cada vez que das vuelta la espalda, cada vez que miras bajo tu hombro, cada vez que te escondes en seudónimos, en estandartes, en falsas jerarquías, cada vez El también muere.
Cada vez que hieres, cada vez que tiras la piedra y escondes la mano, cada vez que lapidas, cada vez que no ofreces tu otra mejilla, cada vez El lo hace por ti, porque El también muere.
Cada vez que rechazas, cada vez que ignoras, cada vez que no das el paso, cada vez El te espera que lo acompañes, porque cada vez El estaría dispuesto a morir por ti.
Cada vez que sangras, cada lágrima que lloras, cada vestidura rasgada, cada golpe, cada ira, cada día, El muere en silencio.
El muere cada día, contigo sufriendo, contigo infringiendo dolor, contigo infringiendo muerte, El muere contigo, El muere por ti, El muere por tu causa. El muere porque no piensas, El muere porque sientes y porque no sientes, El muere porque no aprendiste nada y El muere porque quisiste saber todo. Y seguirá muriendo.
Porque cada día es un día nuevo, El nacerá para morir. El se entregará por ti. El sabrá lo que haces y lo que no haces y a diferencia tuya no juzgará, se entregará por ti.
Como el amigo que da la vida por el otro, el volverá, una y otra vez a morir por ti.
El sabrá cada paso que das y en el momento que tropieces, El dará su vida por ti.
Su cuerpo y su sangre dará por ti, como en un banquete. Y te dirá que lo disfrutes porque lo hace por ti. Y cuando lo llamen a causa tuya, silenciosamente volverá a morir por ti.
El te perdona, porque muere por ti. Cada día, el cualquier parte del mundo, El muere por ti. De hambre, de dolor, enfermo, preso, pobre en la calle, sin deseos de vivir, El te da la oportunidad de morir por ti.
Si El muere cada día, una y otra vez por ti, ¿por qué no vives un poquito por El?
" No le estaba permitido ser a la vez inteligente y mujer. Captaba muy bien que ni su carácter independiente ni su nivel cultural gustaban, sabía que con su físico esbelto y bien formado sería mucho más popular con los hombres si se limitara a sonreír, sin hablar cosas de fondo. Los hombres las prefieren gansas".
sábado, 15 de octubre de 2011
jueves, 2 de junio de 2011
Todos somos iguales
Todo comienza cuando cumples una meta y te replanteas qué sigue luego. Te detienes y miras a tu alrededor y concluyes: "bajo esta experiencia, ¿he adquirido yo más valor? ¿Puedo decir que algo ya me hace superior?". Inclusive todo aquello que como seres humanos nos da valor, nada de eso nos hace superior. Se entiende que todos nacemos de la misma forma y vamos a llegar al mismo destino, entonces, ¿por qué algunos creen tener superioridad sobre otros?
Bajo el planteamiento de aquella superioridad, yo distingo que no soy superior a ustedes ni al resto, ni a quién podría leer e inclusive a quién no podría leer estas palabras. Saber más no me hace superior, tener más no me hace superior, nada hasta el momento, he concluido, me hace mejor.
Entonces, yo no soy mejor que usted ni que aquél, tampoco mejor que ellos. Pensamos y meditamos qué nos hace humanos y no hay nada en estricto rigor que faltase que nos quite la calidad de humanos. Pero, según corrientes religiosas, filosóficas e incluso económicas, sí, somos superiores. Y nos gusta enrostrar que somos superior y que tenemos dominio sobre el otro sin importar quién sea ese otro.
Luego, yo me detengo y miro, ¿de qué podría ser yo superior si lo que sé y lo que tengo no me hacen superior? De ellos. Pues no, definitivamente no lo soy. De hecho, soy inferior, porque no tengo un propósito en la vida, porque no sé para que estoy ni para qué, en un futuro, estuve. Ellos sí lo saben y ni siquiera lo razonan.
Por tanto, me defino animal, con los mismos instintos, con las mismas reacciones químicas, físicas y neuronales que ellos, soy animal. Un animal con razón, por cierto. Ahora, claro, como yo no tengo un supuesto propósito en esta vida ni tampoco tengo superioridad alguna, cómo determino qué rol cumplo en esta sociedad multi especie, cómo, aun más allá, tengo el derecho a situarme en cierta posición de la cadena alimenticia. Ejercimos nuestros derechos, pensará la gran mayoría. Sin embargo, ¿Hasta qué punto mis actos perjudican a otros, desequilibran el perfecto equilibrio natural? Es tal el punto de nuestra galaxia centrada en nosotros mismos, que los actos se ejercen por derecho, suponemos "natural", basado en la maravilla de razonar. ¿Y ese razonar qué implica? Que al menos podemos determinar las consecuencias de nuestros actos.
Físicamente ellos son iguales que nosotros, poseen una infinidad de terminaciones nerviosas, sienten miedo, ansias, pena, cansancio, alegría, tienen un corazón bombeante y, me atrevería incluso a decir, un alma con el cual llevan a cuesta una vida. Pero suponemos que no tienen razón. Y yo concluyo teóricamente, que esa razón les permite mantener el equilibrio, un equilibrio en el cual nosotros intercedemos.
Así, comerlos, aprovecharnos de sus "supuestos servicios", incluso, domesticarlos resulta la causante de exterminar ese preciado equilibrio. No hay necesidad de imaginar lo que significa extinguirlos. Porque no tenemos motivo para estar acá o el motivo que alguna vez tuvimos lo perdimos. Entonces, creemos hacer lo correcto porque somos superiores, superiores a ellos, superiores a nosotros mismos.
Yo no puedo justificar la necesidad de ser superior, no la necesito, prefiero vivir en armonía e involucrar mis actos lo menos posible en la perfección. Yo soy una más, un animal más, uno que razona y si yo puedo razonar lo más justo es hacerlo desnuda ante todo prejuicio.
Bajo el planteamiento de aquella superioridad, yo distingo que no soy superior a ustedes ni al resto, ni a quién podría leer e inclusive a quién no podría leer estas palabras. Saber más no me hace superior, tener más no me hace superior, nada hasta el momento, he concluido, me hace mejor.
Entonces, yo no soy mejor que usted ni que aquél, tampoco mejor que ellos. Pensamos y meditamos qué nos hace humanos y no hay nada en estricto rigor que faltase que nos quite la calidad de humanos. Pero, según corrientes religiosas, filosóficas e incluso económicas, sí, somos superiores. Y nos gusta enrostrar que somos superior y que tenemos dominio sobre el otro sin importar quién sea ese otro.
Luego, yo me detengo y miro, ¿de qué podría ser yo superior si lo que sé y lo que tengo no me hacen superior? De ellos. Pues no, definitivamente no lo soy. De hecho, soy inferior, porque no tengo un propósito en la vida, porque no sé para que estoy ni para qué, en un futuro, estuve. Ellos sí lo saben y ni siquiera lo razonan.
Por tanto, me defino animal, con los mismos instintos, con las mismas reacciones químicas, físicas y neuronales que ellos, soy animal. Un animal con razón, por cierto. Ahora, claro, como yo no tengo un supuesto propósito en esta vida ni tampoco tengo superioridad alguna, cómo determino qué rol cumplo en esta sociedad multi especie, cómo, aun más allá, tengo el derecho a situarme en cierta posición de la cadena alimenticia. Ejercimos nuestros derechos, pensará la gran mayoría. Sin embargo, ¿Hasta qué punto mis actos perjudican a otros, desequilibran el perfecto equilibrio natural? Es tal el punto de nuestra galaxia centrada en nosotros mismos, que los actos se ejercen por derecho, suponemos "natural", basado en la maravilla de razonar. ¿Y ese razonar qué implica? Que al menos podemos determinar las consecuencias de nuestros actos.
Físicamente ellos son iguales que nosotros, poseen una infinidad de terminaciones nerviosas, sienten miedo, ansias, pena, cansancio, alegría, tienen un corazón bombeante y, me atrevería incluso a decir, un alma con el cual llevan a cuesta una vida. Pero suponemos que no tienen razón. Y yo concluyo teóricamente, que esa razón les permite mantener el equilibrio, un equilibrio en el cual nosotros intercedemos.
Así, comerlos, aprovecharnos de sus "supuestos servicios", incluso, domesticarlos resulta la causante de exterminar ese preciado equilibrio. No hay necesidad de imaginar lo que significa extinguirlos. Porque no tenemos motivo para estar acá o el motivo que alguna vez tuvimos lo perdimos. Entonces, creemos hacer lo correcto porque somos superiores, superiores a ellos, superiores a nosotros mismos.
Yo no puedo justificar la necesidad de ser superior, no la necesito, prefiero vivir en armonía e involucrar mis actos lo menos posible en la perfección. Yo soy una más, un animal más, uno que razona y si yo puedo razonar lo más justo es hacerlo desnuda ante todo prejuicio.
lunes, 28 de febrero de 2011
Todavía me pregunto porqué nos hiciste tan distintos.
Porqué nos alejastes con kilómetros extensos de montañas, climas e idiomas.
Yo trato de entenderlos a ellos, ellos quizás ni siquiera se cuestionan por mí.
Pero yo trato de diluscidar qué querías, qué esperabas.
Me pregunto y me pregunto; y qué gano con contestarme.
Yo no entiendo tu afán, sinceramente no lo entiendo.
¿Nos pusiste leyes? ¿Leyes que sólo algunos seguirían en la infinidad de mentes que creaste?
Yo me pregunto todos los días porqué llegas tan afanosamente a algunos y a otros no les soplas ni los vellos.
A mí me parece extraño, muy extraño.
¿Y por qué tendrías que odiar al resto?
¿Es cierto que nos dejas a nuestro azar?
Yo me pregunto y te envuelvo en preguntas y cada día te posiciono otra y sé que pregunta tras pregunta jamás podré llegar a encontrarte.
Tanto mundo nos hiciste, pero mentes tan pequeñas.
¿Cuál fue la necesidad de darnos conciencia? ¿Crecer?
¿Por qué me permites preguntar?
Yo los miro y no entiendo.
¿Cómo nos podemos poner de acuerdo? Yo te pregunto, tú me respondes.
Yo trato de entender la naturaleza de tu creación, veo tus causas y sus efectos, entiendo tu perfección, pero aún así, no entiendo la finalidad.
¿Existe justificación realmente?
Quisiera tener una tan extensa comunicación contigo, emisor y receptora.
Intentémoslo.
Yo sigo averiguando, sigo preguntando, sigo uniendo cabos y Tú, Tú vas respondiendo, de acuerdo a tus sutiles recursos.
Porqué nos alejastes con kilómetros extensos de montañas, climas e idiomas.
Yo trato de entenderlos a ellos, ellos quizás ni siquiera se cuestionan por mí.
Pero yo trato de diluscidar qué querías, qué esperabas.
Me pregunto y me pregunto; y qué gano con contestarme.
Yo no entiendo tu afán, sinceramente no lo entiendo.
¿Nos pusiste leyes? ¿Leyes que sólo algunos seguirían en la infinidad de mentes que creaste?
Yo me pregunto todos los días porqué llegas tan afanosamente a algunos y a otros no les soplas ni los vellos.
A mí me parece extraño, muy extraño.
¿Y por qué tendrías que odiar al resto?
¿Es cierto que nos dejas a nuestro azar?
Yo me pregunto y te envuelvo en preguntas y cada día te posiciono otra y sé que pregunta tras pregunta jamás podré llegar a encontrarte.
Tanto mundo nos hiciste, pero mentes tan pequeñas.
¿Cuál fue la necesidad de darnos conciencia? ¿Crecer?
¿Por qué me permites preguntar?
Yo los miro y no entiendo.
¿Cómo nos podemos poner de acuerdo? Yo te pregunto, tú me respondes.
Yo trato de entender la naturaleza de tu creación, veo tus causas y sus efectos, entiendo tu perfección, pero aún así, no entiendo la finalidad.
¿Existe justificación realmente?
Quisiera tener una tan extensa comunicación contigo, emisor y receptora.
Intentémoslo.
Yo sigo averiguando, sigo preguntando, sigo uniendo cabos y Tú, Tú vas respondiendo, de acuerdo a tus sutiles recursos.
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